El hombre que mató a Don Quijote

La última película de Terry Gilliam está rodeada de un halo mítico que no debería entrometerse demasiado a la hora de valorarla.

Los años que lleva este hombre intentando rodarla, y las variadas dificultades por las que ha pasado, están recogidas en el documental «Lost in la Mancha«, para curiosidad de los más cinéfilos.

Pero, más allá de ser conscientes de que presenciamos el producto final de un largo periplo para el director, ¿merece la pena?. Las críticas han sido dispares, con lo cual, si no eres un fan completista de la obra posterior de los ex-Monty Phyton, quizá ni te plantees ir a verla.

Terry Gilliam, director

 

Es lógico dudar, no se trata de una película fácil, ni creo que sea redonda en el sentido de cierra-la-trama-perfectamente-y-da-al-espectador-lo-que-desea. Sin pretender despreciar a las películas-pasatiempo (he visto tres veces Avengers: Infinity War, para que me entendáis), esto es otra cosa. Terry Gilliam usa a Don Quijote como punto de partida para hablar de la realidad y la fantasía, entrando en un juego que no funciona en algunos momentos, haciéndose larga, pero que resulta siempre interesante. Algunas imágenes, producto de una destreza artesana, resultan especialmente bellas por su fisicidad en esta época de poderío digital.

Adam Driver resulta un excelente protagonista, y parece estar más a gusto en este tipo de productos que haciendo de jovencito Jedi confuso (recordemos su interpretación en «Midnight Special«), y Jonathan Pryce es un Don Quijote al que no le puedo poner ningún pero (al nivel de que no le pondrías ningún pero a John Wayne haciendo de vaquero).

Hasta Jordi Mollá como mafioso ruso, quien por momentos puede bordear el ridículo con un personaje que tiende al exceso, resulta convincente en una reflexión posterior, y cuenta con un Hovik como secundario que resulta una agradable sorpresa, con esa mezcla entre poderío y ternura que necesita su personaje. Lo de Óscar Jaenada no lo tengo tan claro…

Tras 18 años tratando de rodarla…aquí está

«El hombre que mató a Don Quijote» tampoco resulta tan profunda como algunos momentos especialmente densos pueden sugerir, y tiene un notable sentido del humor que hace más llevadera la posible desorientación que puede asaltar al espectador. Me ha dejado con ganas de verla una segunda vez para apreciar ese juego entre la fantasía y lo real que se da durante toda la película.

Así que si la cuestión final es ¿merece la pena ir a verla al cine antes de que desaparezca en un verano multifranquicia de películas ligeras?. Pues sí, claro. No es «El Rey Pescador» o «Doce Monos«, pero las imágenes son potentes, la historia te obliga a permanecer activamente atento y encima verás las posibilidades cinematográficas que tienen los paisajes españoles.

 

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