Tres años acompañados de «Doctor en Alaska».
«Northern Exposure», «Doctor en Alaska», esa serie de los 90 que no se puede ver en ninguna plataforma de streaming. Sin explicaciones oficiales al respecto, los fans teorizan sobre un tema de derechos respecto a las canciones de la banda sonora. El día que llegue a alguna plataforma preparaos para los cientos de artículos analizando cada capítulo, porque esta historia de realismo mágico está abiertísima a las interpretaciones.
La conocí ya empezada, gracias a un amigo que no se perdía ni un episodio, rastreándola por las guías de programación como un Predator. A pesar de que La 2 la emitió bastante malamente (no recuerdo si había un día definido o una hora fija, ni siquiera si se emitió en orden), logró esa maravilla romántica que se llama «status de culto«. Incluso en aquella época sin internet estaba claro que había una base fiel, y pequeña, de seguidores.
Una serie bastante diferente a todo lo que se emitía entonces, en ese reducto de cultura y buen gusto que era La 2. Y descubierta en la adolescencia: Qué más necesitaba para dejarme huella.
En 2019, mi pareja y yo empezamos a ver la serie a la antigua usanza: en DVD. Versión original con subtítulos, en formato 4:3, marcándonos el sábado noche como el momento de «Doctor en Alaska». No recuerdo la calidad del doblaje de la época, pero lo siento mucho por esos traductores y dobladores que tuvieron que adaptar diálogos tan extensos y con tantas referencias. En el subtitulado se cuelan algunos errores y traducciones que no respetan la intención original. Un poco regulera por ese lado la edición en DVD.
6 temporadas, con 110 capítulos en total. Y nos ha llevado 3 años verla. Así que nuestro propósito de «un episodio semanal» no se cumplió muy regularmente. Más bien un episodio cada 10 días.
No quiero hablar de la calidad de la serie, hay artículos de sobra al respecto. No voy a decir «es de lo mejor que se ha hecho«, huyamos de la constante hipérbole que tanto se hace en los blogs para incentivar el debate y que empieza a ser cansino. Solo recuerdo una experiencia similar, viendo «Los Soprano«: Capítulos densos y autocontenidos, de esos que te dejan saciados, que no necesitan acabar con un efectista «continuará». Cada episodio era una experiencia en sí misma.
Como no soy psicólogo ni neurólogo ni nada parecido, no tengo un marco teórico para reflexionar sobre cómo viven las nuevas generaciones las series que podrían marcar su infancia. ¿El modelo Netflix de «atracón de series» deja huella de igual forma? ¿Qué relación se establece con la ficción y sus personajes a medio/largo plazo si ves una temporada en dos días? ¿Se les coge el mismo cariño?
Esos atracones, además, parecen determinar rápidamente si una serie se renueva o no. «Sandman» se acaba de estrenar y ya se habla de si se cancelará la segunda temporada, en este agobio de las batallas de las plataformas de streaming. Y eso que es «Sandman», de la que tras ver el genial primer capítulo pensé «Vale, esta es de las de poco a poco«. Neil Gaiman lo ha conseguido, en mi opinión. El Sandman tan genial de los cómics está ahí, lo han logrado. Den a la audiencia tiempo de descubrirla, por favor. El primer capítulo me pareció una maravilla y quiero prolongar la experiencia semana a semana, quizá hasta alternándolo con releer los comics número a número. Si es fiel a los cómics, cada episodio, autocontenido, será algo que necesitará reposar y revisitarse.
«Doctor en Alaska» tuvo seis años para ir introduciéndose en nuestras casas con sus personajes, seis años acompañándonos, con pausas entre temporada y temporada, con tiempo para que los episodios anteriores crecieran en nuestro recuerdo. La sensación era que Cicely, el pueblo donde transcurre, seguía ahí, en alguna parte, hasta que la televisión nos dejara volver a ella. No había tanto making off y tanta información sobre los dramas entre bambalinas. Ahora nos bombardean con todo esto para mantener la conversación fresca en redes sociales. No has acabado de deglutir la experiencia de la ficción y ya te están mostrando cómo se hizo. Trato de evitar todos estos contenidos. Si la ficción es magia, vivimos en la era de la excesiva explicación del truco.
Tres años con Doctor en Alaska. Y aunque se les toma cariño a todos los protagonistas, creo que será difícil encontrar un personaje tan complejo como Maurice Minnifield, interpretado por Barry Corbin. Uno de los planos finales de la serie está protagonizado, muy significativamente, por él. Un plano de despedida que, en una experiencia audiovisual de 3 años, tiene un gran significado para nosotros como espectadores. Una carga dramática que se perdería si hubiera sido una experiencia de dos fines de semana.
Quería dejar este artículo como testimonio de que, en medio del ruido, en medio de la pandemia, de lo ajetreado de nuestras vidas en la ciudad, encontramos un sitio donde refugiarnos, donde el tiempo parecía ir a otro ritmo. Y durante tres años Joel, Maggie, Maurice, Chris y los demás dejaron una marca en dos cuarentones como creíamos que hoy en día no era posible.
Ha habido temporadas mejores y peores, y la sexta temporada se resiente de alguna ausencia. Pero si nunca viste esta serie, y quieres probar algo cuya fama es merecida más allá del factor nostalgia, ahí tienes «Doctor en Alaska».
Pero poco a poco, sin ansia. Deja el móvil, ponte a cenar, y pon un capítulo en el dvd. Hay la bastante poca información en internet sobre la serie como para que no se rompa la magia.
Espero que nunca hagan la continuación que se vino rumoreando hace unos años, porque la serie no la necesita.
Y nosotros, como espectadores, tras 110 capítulos y un hermoso final con el tema «Our town«, tampoco.
Maravilloso artículo. Cicely is a state of mind.
Sigue siendo mi serie preferida. Me ha encantado leer sobre ella
Serie mágica, simplemente maravillosa, un regalo para los sentidos.
Gran artículo y mucha razón.